El Poder de las Palabras: Un Sueño que Nació en Silencio
- Aser Ones, LCSW
- 23 mar
- 2 Min. de lectura

Imagínate un pequeño pueblo en Missouri, con el aroma dulce del heno flotando en el aire y el traqueteo lejano de un tren cortando la quietud. En ese rincón, un joven Walt Disney, apenas un adolescente, garabateaba dibujos en el granero de su familia bajo la luz titubeante de una lámpara.
La vida no era fácil: su padre, severo y pragmático, le decía que soñar con caricaturas era una pérdida de tiempo, que las palabras como “éxito” o “grandeza” no eran para él. Pero Walt se aferró a una frase que resonaba en su mente como un tambor constante: “Yo puedo”.
Esas dos palabras, susurradas en silencio mientras el lápiz rozaba el papel, lo llevaron desde bancarrotas y rechazos hasta crear un imperio que hoy conocemos como Disney, con su primer gran triunfo, Mickey Mouse, en 1928.
Las palabras son como pinceladas en el lienzo de nuestra vida. Tienen el sabor dulce de la esperanza o el peso amargo de la duda. Y en nuestro cerebro, nunca se detienen. Estudios muestran que el diálogo interno —esas frases que repetimos sin voz— da forma a nuestras emociones y decisiones.
Para Walt, “Yo puedo” no solo fue un mantra; fue el combustible que lo levantó tras perder su primera compañía y lo empujó a imaginar mundos donde otros solo veían vacío. Sin embargo, las palabras también pueden atraparnos. ¿Cuántas veces te has dicho “no soy suficiente” y has sentido cómo ese eco te frena?
Ahora, detente un momento. ¿Qué palabras te dices cuando el camino se tuerce? ¿Son un destello de posibilidad, como las de Walt, o cadenas que te atan? Te invito a reflexionar: escribe una palabra que te impulse —“valgo”, “creo”, “avanzo”— y déjala vibrar en tu interior. Porque, como Walt Disney demostró, las palabras que elegimos pueden construir castillos de sueños sobre cimientos de nada.
Muy especial para mi vida y para mí muchas personas gracias