El precio del orgullo: una lección que no olvidaré
- Aser Ones, LCSW
- 4 abr
- 2 Min. de lectura

Corría el 2008. Tenía una compañía, Florida Trash-Away. Tenía siete empleados a tiempo completo en un proyecto de construcción, facturando unos $6,500 semanales. Todo iba bien hasta que un día el jefe de la obra le arrancó el teléfono de las manos a uno de mis trabajadores y se lo llevó a su oficina. Mi empleado, furioso, me llamó para quejarse.
Indignado, fui a encararlo. “Eso no se hace”, le dije. “Deberías haberme llamado a mí, no quitarle el teléfono como si fuera un niño”.
Él, calmado, explicó que la seguridad era su prioridad, que las reglas eran claras y que solo hizo su trabajo. Pero mi orgullo no escuchó razones. “Si no te comunicas conmigo directamente, mis trabajadores no se quedan”, solté, y me llevé a mi equipo entero, dejando el proyecto en el aire.
¿El costo? Mi compañía perdió dinero, siete empleados se quedaron sin trabajo una semana y yo cargué con la culpa. Siete días después, tragué mi orgullo, me disculpé y regresé con mi equipo, estableciendo reglas más claras: ellos respetarían las normas de la obra, y yo aprendería a confrontar mi ego. Aquel arranque me enseñó que el orgullo puede ser un jefe tirano si no lo pones en su lugar.
¿Cómo sabes si tu ego te está saboteando? Te cierras a escuchar, reaccionas por impulso o pones tu imagen por encima del bien común. Pero puedes detenerlo con tres pasos simples:
Para antes de explotar: Un respiro te da claridad; el orgullo odia la pausa.
Evalúa el daño: Pregúntate, “¿qué pierdo si me aferro a esto?”. A veces, ceder es ganar.
Acepta tus límites: Nadie lo sabe todo. Pedir perdón o ayuda no te hace débil, te hace humano.
Mi historia me marcó: el orgullo casi derrumba lo que construí. ¿Y tú? ¿Qué estás arriesgando por no soltar tu orgullo? Si quieres aprender a domar ese impulso y enfocarte en lo que importa, estoy aquí. Como terapeuta, te ayudo a desarmar esas trampas internas. ¿Listo para empezar?
Aser Ones, LCSW
(561) 255-8416
Tengo ese problema y estoy trabajando al respecto, con el favor de Dios , humildad creo poder crecer en este tan importante y vital aspecto de mi vida el cual trabajo en cambiar y mejorar cada día , gracias por compartir esta anécdota , me sirve de mucha ayuda.