El Reflector y el Trono: Histrionismo vs. Narcisismo
- Aser Ones, LCSW
- 10 abr
- 2 Min. de lectura

El reflector y el trono: histrionismo vs. narcisismo
Imagina una fiesta: Ana entra con una risa sonora, bailando exageradamente para que todos la miren, buscando aplausos y abrazos. Al otro lado, Marcos se sienta con aire de rey, contando logros que nadie pidió escuchar, esperando admiración sin mover un dedo. Ana necesita ser vista; Marcos necesita ser venerado. Ambos brillan, pero sus luces son distintas. Uno es histrionismo; el otro, narcisismo. ¿Cómo se diferencian y qué pasa si se cruzan?
Histrionismo vs. Narcisismo: un perfil psicológico
La personalidad histriónica, según Theodore Millon (1996) y el DSM-5 (APA, 2013), se define por emocionalidad intensa, teatralidad y una búsqueda desesperada de atención. Son cálidos, seductores, pero frágiles: si no los notan, se derrumban. La personalidad narcisista, por otro lado, se basa en grandiosidad, una autoestima inflada y una necesidad de superioridad. No buscan amor, sino adoración, y carecen de empatía, algo menos común en el histriónico, que sí siente (aunque superficialmente). Estudios como los de Kernberg (1975) destacan que el narcisista se ve como único, mientras el histriónico solo quiere ser querido.
Diferencias clave:
Motivación: El histriónico actúa por conexión emocional (“¡mírenme, quiéranme!”); el narcisista, por estatus (“soy mejor que todos”).
Reacción al rechazo: El histriónico dramatiza o seduce para recuperarte; el narcisista te desprecia por no verlo como rey.
Empatía: El histriónico puede fingirla; el narcisista ni lo intenta.
¿Y si coexisten?
Sí, una persona puede tener rasgos de ambos, un fenómeno que la psicología llama comorbilidad. Luciría como un torbellino de drama y arrogancia: alguien que exagera cada crisis para ser el héroe de su propia historia, pero también exige ser tratado como superior sin cuestionamiento. Piensa en alguien que llora teatralmente por un fallo ajeno, solo para luego alardear de cómo “nadie más podría manejarlo”. Es agotador: combina la sed de atención del histriónico con la frialdad del narcisista.
Consecuencias:
Para ellos, esta mezcla crea un aislamiento doble: repelen por su drama y su egoísmo. Para los demás, genera confusión y fatiga emocional, atrapándote entre compasión y resentimiento.
Cómo manejarlo (para otros)
No alimentes el reflector ni el trono: Responde con neutralidad —“Entiendo, ¿qué vas a hacer?”— sin aplaudir ni adular.
Límites de acero: Di “puedo escuchar, pero no resolver esto”. Ni su drama ni su ego te obligan a ceder.
Separate: Reduce el contacto si el desgaste es constante. Tu energía no es su combustible.
Para quien lo vive: un paso adelante:
Si reconoces estos rasgos en ti, prueba esto: cuando sientas la urgencia de brillar o dominar, haz una pausa y escribe qué temes perder (atención, poder). Busca validar tu valor en pequeños actos propios —un hobby, un logro silencioso— no en los demás. La terapia, como la cognitivo-conductual, puede desarmar ambos patrones.
Ana y Marcos podrían compartir mesa, pero sus reinos chocan. Si lidias con esto o lo ves en ti, hay luz al final. Como terapeuta, te ayudo a navegar o transformar estas dinámicas. ¿Listo para apagar el reflector y bajar del trono?
Aser Ones, LCSW
(561) 421-4132
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