Por qué apuesto por tu fé? Un terapeuta te confiesa la verdad

Aser Ones, LCSW Psicotherapeuta

La fé: Mi arma secreta como terapeuta para sanarte más rápido

Quizás te preguntes: "¿Por qué este terapeuta no para de hablar de Jesús?" Te lo digo desde el fondo de mi corazón: no estoy aquí para convertirte al cristianismo —mi pasión es sanar mentes y corazones heridos, como el tuyo. Pero tras años viendo almas luchar, hay un secreto que no puedo guardarme: la fe hace mi trabajo más fácil y tus heridas cicatrizan más profundo. Imagina entrar a mi consulta. Con fe, es como subir a un avión de primera clase, el aire fresco de la esperanza llenando tus pulmones mientras vuelas hacia la paz. Sin fe, es como cargar el peso del desierto en tus hombros, avanzando lento sobre un camello, la arena resbalando bajo tus pies. ¿Por qué? Porque la fe es un cimiento firme, una fuerza emocional y espiritual que te da raíces para construir un "tú" más fuerte, más duradero, más vivo.

La ciencia me da la razón. Estudios como los de Koenig (2012) en el Handbook of Religion and Health muestran que quienes tienen creencias espirituales reducen su riesgo de depresión en un 30% y se levantan más rápido de las tormentas emocionales. La fe es esperanza con alas, un ancla cuando el mundo se desmorona. No hablo solo de religión; hablo de esa chispa que susurra "hay algo más grande sosteniéndote." Piensa en Ana (Nombre cambiado para proteger la privacidad del paciente), una paciente que llegó a mí ahogada en ansiedad. Con fe en su corazón, dejó atrás años de miedo en pocas sesiones, como si un mapa invisible la guaira. He visto otros, sin fe, tardar años en dar ese mismo salto, atrapados en arenas movedizas de duda.

Jesús lo entendía. En Mateo 17:20 dice: "Si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: ‘Muévete,’ y se movería." No es magia; es el poder de confiar. La psicología lo llama "autoeficacia," pero Jesús lo vivió primero: la fe mueve montañas, las de afuera y las que cargamos dentro. Con ella, mis pacientes no solo sanan; florecen como flores tras un invierno eterno.

No escribo esto desde un escritorio frío. Lo hago porque he visto la luz volver a ojos como los tuyos, lágrimas secarse más rápido cuando la fe está ahí. La fe no es un lujo; es tu superpoder dormido. ¿Y si hoy dieras el primer paso hacia esa chispa espiritual que late en ti? Crecer sin fe es posible, pero con fe es mágico. No te pido que creas lo que yo creo, solo que te abras a sentirlo. Busca ayuda psicológica con fe y lo notarás: el viaje será más ligero y te llevará más alto. ¿Te atreves a intentarlo? Tu alma no pide permiso; te está rogando que la escuches —dale alas hoy.