Las personas, por lo general, culpan a los demás para no tener que asumir las responsabilidades que les tocan. Parece ser cada día mas común oír al esposo que le grita a su esposa con enojo “mira lo que está haciendo tu hijo, eso es lo que tú le enseñas”… como si el padre no tuviese nada que ver con la educación y la disciplina del niño y como si la responsabilidad de educar y disciplinar al hijo no fuese de los dos. También se puede ver en los hijos que culpan a los padres “si no me hubieses traído a este país yo no estuviera pasando tanto trabajo” en otras palabras están diciendo, por tu culpa me va mal, por tu culpa y por tu culpa.
Entiendo la necesidad del ser humano de querer culpar a otro por las desdichas propias, pero al final del día, es un acto de irresponsabilidad, de cobardía y de crueldad. Cuando las personas culpan a otras, simplemente están gritando a toda voz “yo no soy lo suficientemente fuerte para reconocer que fallé, para admitir que mi decisión no fue la correcta, mi orgullo es más grande que mi espíritu de superación y mi humildad”, también está diciendo, “no quiero esforzarme para buscar una solución, por lo tanto ahora culpo a alguien.” Culpar a los demás y querer hacer sentir culpable a los demás por nuestros problemas es un mal habito formado con una combinación de inmadurez y una gran dosis de esa ignorancia que aleja al ser humano del conocerse a sí mismo para poder vivir consciente de su comportamiento y su realidad.
Culpar a los demás nunca resuelve sus problemas. Si yo culpo a mi esposa de la mala disciplina de mi hijo, entonces también estoy diciendo que disciplinar a mi hijo solo depende de ella y no de mí; por lo tanto, yo me engaño creyéndome que no puedo hacer nada al respecto, solo criticar y culpar. En otras palabras, donde se coloca la culpa también se pretende colocar la solución. Esta es una de las razones por la cual muchas personas toman mucho tiempo para arreglar sus problemas.
Cuando las personas culpan a otros también se desprenden de todo el poder que ellos tienen para arreglar la situación. Por ejemplo, el alcohólico culpa a su niñez traumática, al estrés del trabajo, al estado del tiempo por el calor o el frio, a los amigos que lo seducen. El que golpea a su esposa, culpa a su esposa por ser muy coqueta o por ser muy descuidada, etc. El que le va mal económicamente o familiarmente, culpa la situación política, la discriminación social, los malos consejos de la familia etc. En fin, las personas insisten en poner la culpa en manos de quien realmente no es determinante para mejorar su situación. Esto hace que culpar sea cruel; la persona que es culpada, en muchas ocasiones, asume esta falsa responsabilidad y sufre injusta e inocentemente la desdicha ajena.
Hablemos en serio, no se deje culpar más, ni culpe a nadie más por las cosas que no están bien en su vida. Asuma con valor la responsabilidad que le pertenece y recupere así también el poder que tiene para cambiar las cosas que quiere cambiar. Esta es la forma de demostrar su valentía, de asumir responsabilidad y madurar la fibra moral que teje el carácter que viste su personalidad y su verdadera identidad.
Comments